«TRIBUNAL DE ORDEN PÚBLICO. SECRETARÍA. Rollo 3265 de 1975. Sumario núm. 1647 de 1975». Páginas 20, 21 y como lo recojo en «Como un pulso».

arátula dossier del TOP
Tribunal de Orden Público, dossier, 24 de octubre de 1975

DECLARACIÓN DE Dª. Isabel Alonso Dávila

En la Ciudad de Granada a diez y ocho de octubre de mil novecientos setenta y cinco; ante el Iltmo. Sr. Juez de Instrucción Número Dos de esta Capital y de mí el Secretario, comparece el anotado al margen que exhibe D. N. I. nº ______ al que S. Sª Iltma. hizo las advertencias prevenida en la Ley y previo juramento que presta en legal forma (tachado en el original), manifiesta llamarse como queda dicho y de ser de 21 años de edad estado casada hijo de (en blanco en el documento) y de (en blanco en el documento) de profesión Licenciada en F. y L., natural de Salamanca vecino de Gandía con domicilio en ____________ con instrucción y que no ha sido procesado.

Interrogado convenientemente, dice: Que se afirma y ratifica en la declaración que tiene prestada ante la Policía, de la que se le ha dado lectura, reconociendo como propias las dos firmas que las autorizan, que están puestas de su puño y letra. Que insiste en que no sabe nada de lo que se le ha preguntado.

Que quiere hacer constar las circunstancias en las que se le verificó el registro en su domicilio, pues la declarante fue detenida en un bar sobre las seis de la tarde. Que los señores inspectores le pidieron la llave de su piso y la tuvieron en su poder como una media hora; que después le devolvieron la llave y fueron con la declarante a verificar el registro; que como quiera que no había luz eléctrica el registro se demoró hasta la mañana siguiente, y entonces se verificó en presencia de unos testigos que aunque estaban presentes, no vieron lo que se encontraba, sino solo le enseñaron un paquete, entre los cuales había libros y papeles que eran propiedad de la declarante y otros que no había visto nunca en su domicilio, y que el acta de registro no se extendió en su casa, sino que ignora la declarante donde fue redactada, y por esa razón no quiso firmarla.-

Leída se afirma y ratifica y firma con S. Sª Iltma. doy fe.-

(Aparecen después tres firmas, una de ellas tachadas, sólo la mía es legible)

Seguidamente quiere hacer constar la misma declarante que en el momento de su detención no se le permitió avisar a sus padres a pesar de que ella lo solicitó con reiteración; que su esposo (borrado con tipex) fue también detenido en el mismo día y ha permanecido cinco días en la Comisaría sin que se le recibiera declaración perdiendo a causa de estos su trabajo; que la declarante ha permanecido cinco días en la Comisaría sin ser interrogada lo que estima una pérdida deliberada de tiempo y que se encuentra en el quinto mes de gestación, y que a petición de la declarante fue llevada a un Médico el cuarto día el cual le recomendó reposo y una medicación. Que al detenido (borrado con tipex) lo vio bajar de una declaración quejándose de que le habían pegado.

Leída se afirma y ratifica y firma con S. Sª Iltma.

(De nuevo aparecen las mismas tres firmas, en este caso dos de ellas, excepto la mía, borradas con tipex)

Así lo recojo en Como un pulso:

En la estrecha calle a la que daba la puerta principal de la Comisaría, que no se abría a la Plaza de los Lobos, estaba aparcado un furgón policial. Julia miró su reloj Omega recién recuperado. Eran las nueve de la noche y era sábado pero la Plaza de los Lobos estaba desierta, como siempre. El gris abrió la puerta trasera del furgón y Julia salvó de un salto el alto peldaño que originaba la distancia entre el pavimento de la calle y el suelo del vehículo. Dentro, hecha un ovillo, en uno de los rincones más lejanos a la puerta, estaba Dolomitas mirando fijamente al suelo. Julia se apresuró a darle un abrazo. Dolomitas se encogió aún más y ocultó su cara en el regazo de Julia, sin atreverse a mostrarle los ojos. Estaba llorando. No te preocupes, que ya lo sé. No llores. Es normal, no pasa nada. ¿Te han pegado? De la boca de Dolomitas salió un tímido no, acompañado de un enérgico movimiento negativo con la cabeza, que hizo que su rostro golpeara con fuerza el vientre de Julia. Y empezó a llorar más fuerte, con lo que su llanto superó sus ojos y se encaramó a su espalda como la ola que, al romper, genera un torbellino de arena y guijarros en la playa. Dolomitas no volvió a decir nada en todo el trayecto. No te preocupes, no pasa nada, es normal, continuó Julia con su letanía. Y el movimiento de los hombros de Dolomitas que acompañaba sus gemidos se fue diluyendo en las palmas de las manos de Julia.

   Cuando el furgón aminoró la marcha para estacionar ante la Audiencia Provincial, sobre el enlosado gris y blanco de Plaza Nueva, la espalda de Dolomitas se movía ya con la regularidad de una respiración que parecía querer pasar desapercibida y Julia tuvo tiempo de decirle, antes de que las bajaran, tomándola de los brazos: Mírame, Dolo. Tranquilízate y recuerda que tienes que negar ante el juez todo lo que has dicho en comisaría. Es fácil. Diles que has declarado todas esas cosas porque estabas nerviosa y tenías mucho miedo. Que te amenazaban con tenerte más días en comisaría si no firmabas. Que por eso has firmado todo lo que ellos han escrito en tu declaración. Para que te dejaran marchar. Dolomitas asintió, liberó sus brazos de las manos de Julia y esbozó una ligera sonrisa mientras se secaba con las dos manos las últimas lágrimas, que habían quedado enganchadas a sus mejillas. Se dieron un beso y se giraron para bajar del furgón. 

   Dolores fue la primera en entrar a declarar ante el juez. Mientras, Julia permaneció sentada en un largo banco de madera oscura adornado con motivos escultóricos de conquistadores y animales monstruosos. Ella no podía saber que era el mismo banco en el que había estado sentado Roberto tres días antes. A la media hora, pidió ir al lavabo y un gris la acompañó hasta la puerta. Le dijo que no cerrara con pestillo y que saliera pronto. Al entrar en aquel pequeño servicio limpísimo, volvió a sentir la misma urgencia que la había empujado ocho días antes al entrar en el cuarto de baño del apartamento de La Chana. Se adecentó lo mejor que pudo a base de agua, jabón y papel higiénico y salió en cuanto el policía, que había empezado a impacientarse, llamó con los nudillos a la puerta. Dolomitas acababa de abandonar el despacho del juez. La sentaron en la silla que se encontraba al otro lado de la sala, para que no pudieran comunicarse, pero, por la mirada que le dirigió, Julia supo que había conseguido negar lo firmado en su declaración en comisaría. Se sonrieron. 

   A Julia empezaron por leerle la declaración que había hecho ante la policía y ella se ratificó. Además, dijo que quería aclarar las circunstancias en las que se llevó a cabo el registro en su domicilio. Explicó que había sido detenida en un bar sobre las seis de la tarde y que los policías le pidieron la llave de su piso y ella se la dio. Que la tuvieron en su poder como una media hora y que sólo después de pasado este tiempo fueron con ella a hacer el registro. Pero, como no había luz eléctrica, lo pospusieron hasta la mañana siguiente. Además, aclaró que las vecinas que habían hecho de testigos, a pesar de estar allí, no pudieron ver lo que encontraban los policías, porque solo les enseñaron un paquete y en ese paquete había libros y papeles que eran de su propiedad y otros que no había visto en su vida.

   –Y para colmo, el acta de registro no se terminó de redactar ni firmar en mi casa. No tengo ni idea de dónde la terminaron de redactar Por eso no quise firmar el acta –concluyó.

   El secretario leyó la declaración y Julia la firmó junto con él mismo y con el juez. Pero, después de firmar, Julia dijo que quería añadir algo más. Los folios y los papeles de calco volvieron a entrar con premura en la máquina.

   –Quiero hacer constar que cuando me detuvieron no me dejaron avisar a mis padres, a pesar de que lo pedí varias veces. Y también quiero añadir que a mi marido lo detuvieron el mismo día que a mí y ha estado cinco días en la Comisaría sin que ni siquiera le llamaran a declarar. Quizás pierda el trabajo por eso. Y otra cosa: yo he estado los cinco primeros días en la Comisaría sin ser interrogada ni una sola vez. Y eso me parece una pérdida intencionada de tiempo. Sólo me empezaron a interrogar después de que solicité que me llevaran al médico porque tenía pérdidas de sangre. Y, como estoy embarazada de cinco meses, estaba muy preocupada. Me llevaron al Hospital de San Juan de Dios y el médico me recomendó reposo y tomar una medicación. Y, una última cosa: cuando me trajeron del hospital, pude ver a un detenido bajando de declarar y quejándose de que le habían pegado.

   Nueva extracción de los folios del rodillo de la máquina y Julia, el juez y él secretario volvieron a firmar.

   Cuando la sacaron del despacho del juez y la devolvieron al banco en el que había esperado a que Dolomitas hiciera su declaración, Dolo seguía sentada en la misma silla. Parecía que no hubiera movido ni un solo músculo. Su cara seguía serena. Julia sonrió y se dispuso a esperar. Estaba contenta. Quizás había alguna posibilidad de que el juez las pusiera en libertad. Con cargos, eso seguro, pero libertad al fin y al cabo.

(ALONSO DÁVILA, Isabel, Como un pulso, Caligrama, 2020, páginas 113-116)

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