
«ACTA DE ENTRADA Y REGISTRO. – En Granada, siendo las diez horas y treinta minutos del día once de octubre de mil novecientos setenta y cinco, los Inspectores de Segunda Clase del Cuerpo General de Policía titulares de los carnet profesionales números seis mil doscientos setenta y siete y ocho mil seiscientos seis, ambos afectos a la Brigada Regional de Investigación Social de la Jefatura Superior de Policía de la Región de Andalucía Oriental, con sede en dicha capital, se personaron en la casa sita en Avenida de Badajoz, bloque número uno, piso séptimo, letra D, donde habita ISABEL ALONSO DÁVILA, nacida el veintitrés de noviembre de mil novecientos cincuenta y tres en Salamanca, hija de (nombre borrado con tipex) y (nombre borrado con tipex), casada, licenciada en Filosofía y Letras, con el fin de dar cumplimiento a la autorización de entrada y registro expedida por el señor Jefe de la citada Brigada, en la que, de conformidad con lo establecido en el artículo 14 del decreto-Ley 10/75, de fecha veintiséis de agosto, sobre prevención del Terrorismo, se dispone la entrada y registro en dicho domicilio. – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – -“
Una vez en este, los funcionarios actuantes requirieron la presencia, en calidad de testigos de doña (nombre borrado con tipex). nacida en Freila (Granada) el día dos de mayo de mil novecientos cuarenta y dos, hija de (nombre borrado con tipex) y (nombre borrado con tipex), casada, sus labores, con domicilio en la Avenida de Badajoz, bloque primero, sexto F; y de doña (nombre borrado con tipex), nacida en Rute (Córdoba) el veintisiete de junio de mil novecientos cuarenta y cinco, hija de (nombre borrado con tipex) y (nombre borrado con tipex), casada, sus labores, con domicilio en el mismo inmueble, piso sexto E, en cuya presencia, así como en la de ISABEL ALONSO DÁVILA, cuya filiación consta anteriormente, a quien se mostró y leyó la referida Autorización de entrada y registro y para cuyo servicio dio toda clase de facilidades, se procedió a efectuar un minucioso registro en todas las habitaciones que componen la vivienda, dando el siguiente resultado: Se halló un folio escrito a mano que comienza: ‘La Junta Democrática es el comienzo efectivo de la realización del Pacto’; un folio escrito a multicopista que comienza: ‘Carta a la opinión pública de los estudiantes del Plan 1974 de Medicina de Granada’; otro folio a multicopista titulado ‘Declaración de la Junta Democrática de España al pueblo español’; cinco folios a multicopista bajo el título de ‘Selectividad’; tres folios a multicopista titulados ‘Manifiesto de la Reconciliación’, firmados por Junta Democrática de España; tres folios a multicopista bajo el título ‘Nuestra visión de la coyuntura’; un folio escrito a máquina titulado ‘Comunicado de la Junta Democrática de Andalucía’; seis folios a multicopista bajo el título ‘Entrevista de Rinascita’; dos folios de un llamado ‘Boletín de las fuerzas armadas Misión’; un ejemplar de la revista ‘Horizonte’ (fecha 23-abril-1975); dos ejemplares de la revista ‘Nuestra Bandera’; un folleto titulado ‘API’, de fecha 8 de marzo del 75; un ejemplar de la revista ‘Senda’; otro ejemplar de la revista ‘La voz del Campo andaluz’; un ejemplar de la publicación ‘Unidad’; cuatro ejemplares de ‘Mundo Obrero’; dos ejemplares de ‘Granada Roja’; tres ejemplares de ‘Viento del Pueblo’; un ejemplar de ‘Venceremos’; un ejemplar incompleto de ‘Sindicalismo y movimiento obrero’; un libro titulado ‘Acerca de Engels’; otro, titulado, ‘Quatre Essais Philosophiques’; otro, titulado, ‘Les Grandes Ouvres Politiques’, otro, titulado, ‘El fin del Mundo Antiguo’, otro, titulado ‘L’Economie de l’URSS’; un folleto titulado, ‘La Societé Française en Crise’; otro, titulado, ‘Algunas notas políticas de la Revolución española’; un libro, titulado, ‘Las luchas de clase en Francia de 1848 a 1850’, otro, titulado, ‘La Republique Democratique Allemande’; otro, titulado, ‘Traité d’Economie Marxiste’; otro, titulado, ‘Manifiesto del Partido Comunista’; otro, titulado, ‘Psichologie de Masses du Fascisme’; otro, titulado, ‘Ecrists militaires de Mao Tse Toung’; otro, titulado, ‘Les Internationales Ouvrieres’; otro, titulado, ‘Citas del Presidente Mao Tse Toung’; otro, titulado, ‘Recherches Psycologiques en URSS’; otro, titulado, ‘Ecrits Choisis en Trois Volumes’; otro, titulado, “Sobre la defensa de la Patria socialista”; un folleto titulado “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, otro folleto titulado “Elementos fundamentales para la crítica de la economía política”, otro titulado “Guerra del pueblo, ejército del pueblo”, otro titulado “Cuba 68”, un bote grande de tinta para multicopista, marca Korets.
Igualmente, se intervinieron, otros papeles y efectos, que, por su interés policial, quedan depositados en esta brigada, para su estudio y examen y posteriores averiguaciones – – – – – – – – – – – -.
Concluido este registro, dos horas después de su iniciación, se extiende la presente acta, la que, una vez leída por todos los concurrentes, la firman en prueba de conformidad de lo que CERTIFICO.”
(Cuatro firmas borradas parcialmente con tipex)
“DILIGENCIA. – Para hacer constar que ISABEL ALONSO DÁVILA, cuya filiación consta, después de haber leído la anterior acta, manifiesta que se niega a firmarla, negándose así mismo a explicar el motivo de su negativa. Conste y certifico. – – – – – – – – – – –.”
(Una firma borrada parcialmente con tipex)

Así cuento en Como un pulso, ayudada por las fuentes escritas, pero también por mis recuerdos y dándome permiso para rellenarlos con la utilización de la ficción, el registro, la redacción del acta y mi negativa a firmarla:
Dentro del apartamento, Julia pudo ver que sus muebles ya no estaban. Pero en la sala de estar aparecían, en desorden y abiertas, varias de las cajas de libros y papeles. Eran los que los de la social habían estado seleccionando la tarde anterior antes de que la falta de luz les impidiera continuar con el registro.
El social de la Olivetti abrió la mesa plegable al lado de la puerta acristalada que daba a la terraza, colocó el sillín detrás de ella y desenfundó la pequeña Olivetti.
–Necesitamos dos testigos –dijo entonces el otro social–. Agente, llame a las puertas de las vecinas que le hemos dicho.
Y, mientras el agente se dirigía a la salida del apartamento, el social de la máquina de escribir tomó asiento y empezó a teclear:
“ACTA DE ENTRADA Y REGISTRO. – En Granada, siendo las diez horas y treinta minutos del día once de octubre de mil novecientos setenta y cinco, los Inspectores de Segunda Clase del Cuerpo General de Policía titulares de los carnet profesionales números seis mil doscientos setenta y siete y ocho mil seiscientos seis, ambos afectos a la Brigada Regional de Investigación Social de la Jefatura Superior de Policía de la Región de Andalucía Oriental, con sede en dicha capital, se personaron en la casa sita en Avenida de Badajoz, bloque número uno, piso séptimo, letra D, donde habita JULIA ÁVILA SANZ, nacida el veintitrés de noviembre de mil novecientos cincuenta y tres en Valladolid, hija de Dionisio y Florita, casada, licenciada en Filosofía y Letras, con el fin de dar cumplimiento a la autorización de entrada y registro expedida por el señor Jefe de la citada Brigada, en la que, de conformidad con lo establecido en el artículo 14 del decreto-Ley 10/75, de fecha veintiséis de agosto, sobre prevención del Terrorismo, se dispone la entrada y registro en dicho domicilio. – – – – – – – – – – -“
–¿Han llegado ya los vecinos? –casi gritó el policía, mientras tecleaba la última línea de guiones y espacios con la vista levantada del teclado y dejando por un momento el ensimismamiento al que le había tenido sometido la redacción de documento.
–Sí, sí, aquí estoy, señor –dijo la vecina de al lado con un tono que parecía querer significar un gran respeto por la autoridad, pero que en realidad transmitía un miedo reverencial.
– Ah, sí, ya veo. Vale, vale, pues podemos seguir –y aporreó de nuevo las teclas de la Olivetti:
“Una vez en éste, los funcionarios actuantes requirieron la presencia, en calidad de testigos de doña…”
–A ver, sus nombres y apellidos –se oyó de nuevo la voz tonante–. ¿Han traído sus DNI?
–Pilar Albolote Sierra. Sí, sí, aquí están –contestó la vecina de al lado a las dos preguntas casi a la vez, evitando la mirada de Julia, mientras alargaba los documentos de ella y de la otra vecina hacia la mano extendida del policía.
“Pilar Albolote Sierra”, tecleó el subinspector. Y continuó escribiendo, mientras consultaba los datos de los DNI, “nacida en Freila (Granada) el día dos de mayo de mil novecientos cuarenta y dos, hija de Pedro y Josefa, casada, sus labores, con domicilio en la Avenida de Badajoz, bloque primero, sexto F; y de doña Angustias López Giménez, nacida en Rute (Córdoba) el veintisiete de junio de mil novecientos cuarenta y cinco, hija de Juan y Teresa, casada, sus labores, con domicilio en el mismo inmueble, piso sexto E, en cuya presencia, así como en la de JULIA ÁVILA SANZ, cuya filiación consta anteriormente, a quien se mostró y leyó la referida Autorización de entrada y registro y para cuyo servicio dio toda clase de facilidades, se procedió a efectuar un minucioso registro en todas las habitaciones que componen la vivienda, dando el siguiente resultado: Se halló un folio escrito a mano que comienza: La Junta Democrática es el comienzo efectivo de la realización del Pacto; un folio escrito a multicopista que comienza: Carta a la opinión pública de los estudiantes del Plan 1974 de Medicina de Granada; otro folio a multicopista titulado Declaración de la Junta Democrática de España al pueblo español; cinco folios a multicopista bajo el título de Selectividad; tres folios a multicopista titulados Manifiesto de la Reconciliación, firmados por Junta Democrática de España; tres folios a multicopista bajo el título Nuestra visión de la coyuntura; un folio escrito a máquina titulado Comunicado de la Junta Democrática de Andalucía; seis folios a multicopista bajo el título Entrevista de Rinascita; dos folios de un llamado Boletín de las fuerzas armadas Misión; un ejemplar de la revista Horizonte (fecha 23-abril-1975); dos ejemplares de la revista Nuestra Bandera; un folleto titulado API, de fecha 8 de marzo del 75; un ejemplar de la revista Senda; otro ejemplar de la revista La voz del Campo andaluz; un ejemplar de la publicación Unidad; cuatro ejemplares de Mundo Obrero; dos ejemplares de Granada Roja; tres ejemplares de Viento del Pueblo.
Cuando Julia escuchó al de la social decir el nombre de esta cabecera, el poema de Miguel Hernández llegó a su cabeza como un puñal ensangrentado de luz y tuvo que contenerse para no murmurar unas palabras que se sabía de memoria: “vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me aventan la garganta”. Alentada con la fuerza de esas palabras, volvió a centrarse en lo que interesaba en ese momento y sus oídos volvieron al sonido de la máquina de escribir y a la voz monótona que repetía en alto lo que las teclas estampaban sobre el papel al golpear sobre la cinta entintada.
… un ejemplar de Venceremos; un ejemplar incompleto de Sindicalismo y movimiento obrero; un libro titulado Acerca de Engels; otro, titulado, Quatre Essais Philosophiques; otro, titulado, Les Grandes Ouvres Politiques, otro, titulado, El fin del Mundo Antiguo, otro, titulado L’Economie de l’URSS; un folleto titulado, La Societé Française en Crise; otro, titulado, Algunas notas políticas de la Revolución española; un libro, titulado, Las luchas de clase en Francia de 1848 a 1850, otro, titulado, La Republique Democratique Allemande; otro, titulado, Traité d’Economie Marxiste; otro, titulado, Manifiesto del Partido Comunista; otro, titulado, Psichologie de Masses du Fascisme; otro, titulado, Ecrists militaires de Mao Tse Toung; otro, titulado, Les Internationales Ouvrieres; otro, titulado, Citas del Presidente Mao Tse Toung; otro, titulado, Recherches Psycologiques en URSS; otro, titulado, Ecrits Choisis en Trois Volumes…
Los títulos en francés se llevaron la cabeza de Julia muy lejos, a un tren repleto camino de Portbou. Su primer viaje con Roberto, que había sido también su primer viaje al extranjero, a París. Hacía de eso cuatro años. Julia acababa de terminar primero de comunes y Roberto tercero de Medicina. Ella había trabajado todo el mes de julio dando clases particulares y Roberto contaba con algunos ahorros, pero habían decidido que llegarían a París en autoestop, para no gastar todo su dinero en el viaje. En autoestop, sí, pero, después de más de diez horas, sólo habían logrado llegar a Peñíscola, así que, al borde de la insolación, decidieron que seguirían en tren, aunque tuvieran que buscar algún trabajo en París para poder comer durante el mes de agosto. El vagón al que se subieron en Peñíscola les puso en contacto con una realidad que nunca hasta entonces habían tocado, la de los trenes abarrotados de emigrantes españoles que volvían a Francia después de sus vacaciones. El tren iba hasta los topes y tuvieron que viajar en un pasillo atestado de maletas y pasajeros hasta Portbou, Roberto de pie y Julia sentada sobre su mochila. Una vez cruzada la siniestra frontera, hubo sitio para todos en el tren francés y, además, se soltaron las lenguas y Julia y Roberto aprendieron por primera vez cómo se hablaba de política con desconocidos cuando se vivía en un país democrático. El emigrante que compartió con ellos el queso manchego que llevaba y que más tarde se bajaría en Narbonne les dijo que él era antifranquista y que esperaba que ellos lucharan por la libertad en España. Tímidamente, Julia y Roberto le dijeron que ya lo estaban haciendo y, a partir de ese momento, no comieron sólo queso, sino que lo acompañaron con un vino de Valdepeñas que a Julia le supo a gloria.
El mes de agosto en París pasó de chambre de bonne en chambre de bonne, todas prestadas por gente cercana al Partido cuando sus moradores no estaban, y con Julia fregando platos por las tardes en el Bar Español de cerca de Châtelet. El encargado, cuando Julia quería cambiar el agua del fregadero, le decía que era una remilgada y que había que ahorrar agua, con lo que ella llegaba casi a la náusea cuando tenía que mover sus manos entre un agua llena de granos de arroz flotando que habían llegado allí al introducir los platos con los restos de paella. París fue también, para Julia, los paseos por el Jardin de Louxembourg cuando Roberto venía a buscarla al bar, los croque monsieur del Boulevard de Saint Michel, la sorpresa de los trotoirs roulants en la estación de Montparnasse, la imitación de las francesas que habían decidido que se podía prescindir del sujetador y, sobre todo, las librerías: la Maspero de Saint Michel, con los libros de Què-sais-je a unos precios increíbles, y la librería española de Soriano, con los libros de Ruedo Ibérico, que se convirtió en lugar de encuentro y conversación. También en su segundo viaje a París, pero esta vez sola, con pasaporte falso y a un curso de formación de jóvenes universitarios comunistas en el que conoció a muchos miembros del Comité Central –Carrillo, Santiago Álvarez, Ignacio Gallego y tantos otros–, Julia había vuelto a visitar, en la única tarde que tuvo libre, la librería de Soriano en compañía de Manuel Azcárate. Pero esa vez no había comprado ningún libro prohibido. Las normas de seguridad no le permitían poner en riesgo la organización y que su pasaporte falso acabara en manos de la policía en la frontera y les llevara a descubrir qué persona o en qué comisaría se hacían aquellos documentos clandestinamente.
En el primer viaje las mochilas de Julia y Roberto habían vuelto al tren de vuelta cargadas con todos aquellos títulos que ahora leía torpemente aquel policía de la social. Julia recordó el miedo que habían pasado en la frontera de Portbou por si les encontraban los libros. De pronto, sin querer, sus recuerdos se posaron en el doloroso momento en que una caja cargada con aquellos libros comprados en Soriano había aparecido en el maletero del ochocientos cincuenta que conducía su hermano Daniel el día en que se mató en la carretera entre El Grao y Gandía. Daniel se los tenía que llevar a la residencia de Valencia, pero el que se los llevó fue un guardia civil y al chalet de sus padres en Gandía. Julia había intentado comprender por qué aquel guardia civil había hecho entrega de la caja sin hacer ningún comentario y sólo pudo pensar que no habría querido añadir más dolor a aquella escena de una madre y un padre destrozados por la muerte de un hijo y una familia rota por la muerte del hermano. Julia tuvo que hacer un esfuerzo por apartar los recuerdos de ese día, que la conducían siempre en un viaje por todos los territorios en los que sabe anidar la culpa. Consiguió regresar desde ese viaje emprendido por su recuerdo a la voz del social, que seguía cantando títulos de los libros, que le enseñaba su compañero, y aporreando la pequeña máquina de escribir.
– … otro, titulado, “Sobre la defensa de la Patria socialista”; un folleto titulado “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, otro folleto titulado “Elementos fundamentales para la crítica de la economía política”, otro titulado “Guerra del pueblo, ejército del pueblo”, otro titulado “Cuba 68”, un bote grande de tinta para multicopista, marca Korets.
Al llegar a este punto, volvieron a sonar las teclas con un ritmo que significaba que el social estaba pulsando la del guion y la del espacio con una rapidez que no tenía cuando escribía los títulos de los libros. El social de la máquina, con una cara que proclamaba lo harto que estaba de aquella lista interminable, levantó la vista y le dijo a su compañero:
–Yo creo que ya tenemos bastante, ¿no te parece? Todo lo demás nos lo llevamos y ya lo miraremos con más calma en comisaría.
–Tú verás, que tienes más mando que yo. A ver qué nos dicen luego allí.
–Pues que digan lo que quieran –y continuó escribiendo, mientras verbalizaba las palabras que iban quedando estampadas sobre el papel–. Igualmente, se intervinieron, otros papeles y efectos, que, por su interés policial, quedan depositados en esta brigada, para su estudio y examen y posteriores averiguaciones –y, de nuevo, volvió a oírse el característico sonido de las teclas de espacio y guion. –Concluido este registro, dos horas después de su iniciación, se extiende la presente acta, la que, una vez leída por todos los concurrentes, la firman en prueba de conformidad de lo que CERTIFICO. –Más sonido de las teclas de espacio y guion.
Las vecinas, Pilar y Angustias, firmaron torpemente, sin leer el documento, y con una cara de impaciencia que se podía deber tanto a la situación en la que se habían visto obligadas a participar y en su cercanía a dos señores subinspectores de policía, como a estar pensando en que se les estaba yendo la mañana y tenían la comida por hacer. Julia leyó detenidamente aquellas dos abigarradas páginas.
–No pienso firmar este documento. Pero necesito ir al lavabo.
Una vez superada la sorpresa que le había producido la negativa a firmar el acta, y con el gesto de impaciencia del que empieza a estar a punto de perder los nervios, el policía mecanógrafo dijo:
–Sí, puedes ir al lavabo.
Julia entró en el lavabo y, con la prisa de quien sabe que no dispone de mucho tiempo, empezó a llenar el bidé para tenerlo ya preparado en cuanto terminara. Se lavó lo más rápido que pudo y utilizó todo el papel de váter que necesitó para secarse. Se guardó el resto dentro de las bragas, bendiciendo el que el rollo tuviera todavía casi un cuarto del total. Al menos tendría para dos o tres días. Cuando Julia salió del lavabo, la cara de impaciencia del social mecanógrafo había llegado a los límites de lo imaginable. La miró como quien piensa que si no desaparecía pronto de su vista no se podría contener más. Volvió a meter los cuatro folios de la última página del acta y las tres hojas de papel carboncillo que los separaban, y añadió:
“Diligencia. – Para hacer constar que Julia Ávila Sanz, cuya filiación consta, después de haber leído la anterior acta, manifiesta que se niega a firmarla, negándose así mismo a explicar el motivo de su negativa. Conste y certifico. – – – –
–Yo no me he negado a explicar el motivo de mi negativa. Es que nadie me ha preguntado.
–Muy bien. Pues eso, como tú dices: es que nadie te ha preguntado –dijo el social–. Y ahora, cierra la boquita, anda, que tenemos prisa.
Ya en el ascensor, Julia consiguió decir:
–Hace más de quince horas que he salido de esta casa, cuando estaba llena de muebles y cajas preparados para la mudanza. Los muebles ya no están y no he tenido ningún control de las llaves. Alguien puede haber puesto las cosas. Esto lo debería saber el juez, ¿no?
Los de la Social ni la miraron. La metieron en el coche y la volvieron a llevar a comisaría, de nuevo con la sirena puesta, que más parecían utilizar para acallar cualquier frase que pudiera salir de los labios de Julia que para señalar la presencia de un coche policial por las calles desiertas de Granada a la hora de comer. Al cabo de media hora, Julia estaba de nuevo en su celda. Pensó que necesitaba aquel espacio de soledad para ordenar un poco su cabeza, que empezaba a dar signos de fatiga. Quería soledad, pero no sabía en aquel momento que iba a tener demasiada: nadie la volvió a llamar en los dos días siguientes, que pasaron con toda la lentitud que añade a la percepción del tiempo el no tener nada que hacer ni nada que leer. Sólo podía pensar y ella no quería pensar más. Pero, muchas veces, no lograba controlarse.
(ALONSO DÁVILA, Isabel, Como un pulso, Caligrama editorial, 2020, p. 35-42)