«PROVIDENCIA.- Juez:
Ilmo. Sr.
En la ciudad de Granada a diez y seis de octubre de mi novecientos setenta y cinco.
Por verificada la anterior comparecencia. Líbrese atento oficio al Sr. Jefe Superior de Policía, con carácter urgente, a fin de que se adopten todas las medidas que sean precisas, somentiendo a la detenida a la correspondiente vigilancia médica, para atender a su salud y al proceso normal de su estado de gravidez.
Lo provee y firma S. Sª Ilma. doy fe.
(dos firmas manuscritas parcialmente borradas con tipex)
DILIGENCIA.- Seguidamente se cumple, doy fe (firma manuscrita)

Así lo cuento en Como un pulso:
Roberto se puso en pie y empezó a caminar. Julia, ¿estás bien?, ¿piensas en mí?, ¿o estás pensando en Simón? Voy a querer a este hijo, te lo prometo, murmuró.
Cuando estaba ya cerca del despacho de los abogados pensó que Fernández Aceytuno estaría contento: el texto de la comparecencia era casi idéntico al que el abogado le había entregado hacía una hora.
Mientras tanto, en el juzgado número 1, la funcionaria de las largas uñas pintadas de rojo, tecleaba sobre la Olivetti el texto que le dictaba el secretario judicial:
“PROVIDENCIA.- En la Ciudad de Granada a diez y seis de octubre de mil novecientos setenta y cinco. Por verificada la anterior comparecencia, líbrese atento oficio al Sr. Jefe Superior de Policía, con carácter urgente, a fin de que se adopten todas las medidas que sean precisas, sometiendo a la detenida a la correspondiente vigilancia médica, para atender a su salud y al proceso normal de su estado de gravidez. Lo provee y firma S. Sª Ilustrísima. Doy fe.”
Cuando Roberto llegó al despacho laboralista, la sala de espera se había vaciado y fue Sena el que le entregó el escrito preparado para la recuperación del coche, porque Aceituno había salido a comer algo.
(Isabel Alonso Dávila, Como un pulso, Caligrama, 2020, páginas 75-76)